Ibone Olza, psiquiatra infantil, asegura que ser un joven violento tiene detrás muchas explicaciones que tienen que ver casi siempre con un entorno familiar hostil.
La violencia es innata o se adquiere. ¿Dónde se aprende a ser violento y cómo?
John Bowlby ya describió como los niños muy pequeños que tienen una madre o figura de apego «desconcertante» respondían a veces pegándola: por un lado no podían separarse de ella, por otro pasaban del amor al odio intenso con mucha facilidad… La violencia surge sin duda de la carencia, pero es un tema muy complejo. Ya en la antigua Grecia los espartanos sabían que para conseguir buenos guerreros para el estado había que separar a los recién nacidos de sus madres, sólo los que sobrevivían una noche a la intemperie se consideraban «aptos». Luego James W.Prescott en los años setenta señaló la relación entre el placer corporal y la violencia: entre las sociedades humanas primitivas, las que más reprimían el contacto corporal desde la infancia, la sexualidad femenina y las relaciones prematrimoniales eran a su vez las más violentas. De ahí a los estudios de Adrián Raine que también observaba cómo las complicaciones obstétricas, la separación temprana de la madre y el rechazo por parte de esta favorecían el cometer crímenes muy violentos a los dieciocho años de edad: está claro que las experiencias de separación, trauma y ruptura de vínculo muy tempranas favorecen las alteraciones cerebrales que predisponen a la violencia.
Pero luego hay muchos otros factores que pueden inclinar la balanza en uno u otro sentido: las experiencias de vínculos saludables (que favorecen la resiliencia), la educación y el acceso a empleos dignos, la dificultad o facilidad en el acceso a las armas e, incluso, el contacto con un entorno natural conservado pueden marcar la diferencia. Y está el tema del juego: no tiene nada que ver jugar a inventar, a cuidar, a subir a los árboles, construir cabañas o esconderse con pasar muchas horas jugando a matar delante de una pantalla de ordenador. El juego libre con otros niños y al aire libre potencia la cooperación, la solución de conflictos y la empatía, ¡es algo insustituible en el aprendizaje!
¿Se aprende por imitación, porque alguien ve violencia o también sirve crecer en una familia desestructurada, sin amor, sin atención, donde no están presentes el padre o la madre, o que lo están pero de una manera muy superficial?
Es que para criar se necesita tiempo y presencia. Lo del tiempo de calidad es una patraña: los niños cuanto más pequeños son más necesitan la presencia continuada de una o dos figuras de apego, no vale ir cambiando cada poco o tener muchas cuidadoras… Los adultos nos sabemos queridos cuando la otra persona elige pasar tiempo con nosotros y prioriza eso por encima de otras cosas: los niños lo percibe con más claridad incluso. Se sienten queridos cuando sus padres o familiares están deseando pasar tiempo con ellos y disfrutan de su compañía, pero cuando constantemente les colocan con cuidadoras o actividades o pantallas es poco probable que se sientan amados, y todo eso es caldo de cultivo para la agresividad y la violencia.
¿Qué importancia tiene el resto de la estructura familiar, los abuelos, los tíos, hermanos, primos…?
Muchísima. Estamos hechos para crecer en tribu o comunidad. Las madres y padres necesitan que haya otras personas relevantes en la crianza, las tías o los abuelos son imprescindibles, no sólo para compartir cuidados sino sobre todo para que los niños tengan la experiencia de saberse queridos por personas que pueden opinar o actuar de maneras muy distintas a sus propios padres.
Se dice que cuando todo esto sucede, cuando un adolescente ha crecido en un ambiente así, es mucho más fácil que abrace no solo la violencia, sino también la pertenencia a un grupo extremista. Da igual del color que sea. ¿Por qué?
Porque la necesidad de pertenencia al grupo es máxima en la adolescencia
¿Hay esperanza cuando se trabaja con adolescentes violentos o definitivamente hay que tirar la toalla? Imaginemos que tenemos a un muchacho de 13 años que ha sido detenido porque planeaba una inmolación. ¿Desde el punto de vista de la Psiquiatría, ¿podría hacerse algo por él? ¿Cómo?
Sí, claro, pero a veces es muy difícil si no se saca al chaval de ese entorno. Sin vínculo no hay terapia, para tratar a cualquier chaval es preciso entablar primero una relación desde la empatía y el respeto, si no, no hay nada que hacer. Solo desde esa relación se puede llegar a abordar las carencias, dificultades y la soledad e indefensión que a menudo subyacen a síntomas como estar dispuesto a ser mártir matando a inocentes…
¿Por qué la clase política no hace caso de esto? ¿Por qué este tipo de medidas no son tenidas en cuenta, por ejemplo, a la hora de valorar políticas antiterroristas?
Creo que la solución a estos problemas es a largo plazo, y esa amplitud de miras se lleva poco en política. Se gobierna pensando en la reelección a 4 años, no en cómo estará el país dentro de 20 o 30 años, un error que pagamos todos caro en mi humilde opinión. Y luego está el tema de que invertir en prevenir la violencia es poco rentable: significa promover un trabajo profundo, serio, pensado. Significa escuchar a los agentes sociales, significa promover la salud mental desde la primera infancia, significa apoyar a las familias en situación de exclusión, significa hacer un esfuerzo grande por integrar a los que llegan de otros países y culturas a veces muy traumatizados…
¿Qué necesitaríamos para que al menos se rebajara tanta violencia? No hay fórmulas mágicas pero sí hay maneras de hacer mejor las cosas…
Pensar a largo plazo. Invertir en prevención: esforzarnos como sociedad en el cuidado de embarazadas y bebés, niños y niñas. Promover los cuidados, intentar que los niños puedan vincularse de forma sana: para eso es preciso tiempo, y eso pasa por flexibilizar y reducir horarios de trabajo y favorecer la permanencia, la calma, el tiempo con los hijos. Invertir además en la detección de trastornos mentales infantiles, y en tratamientos psicológicos, terapias de familia, etc. Potenciar la escuela, no centrada en el rendimiento exclusivamente sino en la convivencia, en el diálogo, en la relación con el entorno. Cuidar a los maestros y profesores. Incluir a ancianos y a discapacitados en todo, favorecer que los adolescentes aprendan a cuidar o que los ancianos puedan enseñar a los más pequeños también. Potenciar el abrazo, el piel con piel, la escucha… En fin, hay muchas maneras y a la vez no hay fórmula mágica, pero creo que lo más importante sería empezar por ahí.
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