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Como nos comenta Alice Miller en sus libros, el testigo consciente es aquella persona que da voz al niño y quien legitimiza su vivencia a pesar de lo hostil que está pueda ser o haya sido, nombra y valida sus emociones y sus necesidades. Un testigo es alguien quien ama a ese niño y quien, de un modo u otro, le intenta proteger. Es alguien que ve por fuera del escenario. Es quien confirma al niño que SÍ merece ser amando. Que no hay nada de malo ni equivocado en él.
Ese testigo debería haber sido nuestra madre o nuestro padre. No obstante, ellos son quienes, en muchas ocasiones, nos hicieron pensar y creer que NO éramos merecedoras de SU amor. En realidad, no es que no fuéramos merecedoras del amor de nuestros padres, sino que ellos no pudieron amarnos como legítimamente necesitábamos.
Un testigo también es alguien que puede nombrar los hechos tal y como realmente fueron desde el punto de vista y sentir del niño que fuimos. Yo, como terapeuta, asesora, mentora y acompañante, he tenido el placer y el privilegio de ser la testigo de muchos niños y niñas heridas en cuerpos de adultos.
El niño por sí solo no puede llegar a pensar que sus padres no son respetuosos con él o que su infancia es infeliz. El niño justificará, defenderá e idealizará a sus padres e incluso pensará que es por su culpa que ellos le han tratado así.
El niño lo vuelve en su contra pensando: “soy yo el problema y no ellos, es que yo no valgo, no merezco o no soy bueno, sino ellos no me harían esto”. El niño cree que no es merecedor de nuestro amor si no lo recibe de forma incondicional. Cuanto peor tratamos a un niño peor persona pensará que es.
El niño depende tanto emocionalmente de ser querido por sus padres (especialmente su madre) que tendrá tanto miedo a perder su amor que hará lo que sea. Incluso, pensar que el merece ese trato.
Ese miedo a no ser queridos se nos actualiza siendo adultos cada vez que alguien nos desaprueba, nos critica, nos humilla o nos juzga.
Si siendo niños hubiésemos tenido ese “testigo”, hoy siendo adultos, no tendríamos tanta necesidad de proyectar nuestro malestar y nuestro vacío emocional sobre nuestros propios hijos o demás personas. Nunca es tarde para encontrar ese testigo. Personalmente, yo no lo tuve hasta pasados mis 20 años. Conozco a muchos adultos que no lo han tenido hasta pasados sus 40 años. Hay quienes, desafortunadamente, nunca lo tendrán.
Hoy, nuestra adulta, puede hacerse cargo, al fin, de la niña que fuimos y ser nuestro propio testigo. Yo he tenido el privilegio de poder ser “la testigo” de muchas madres, y la verdad es que nunca, absolutamente nunca, es tarde. Tú puedes ser el testigo de cualquier niño de tu vida.
Un testigo puede ser la madre, el padre, un familiar, un hermano, un amigo, un profesor, un médico, un pediatra, un terapeuta-psicólogo, una enfermera, un abogado, un juez o un simple vecino.
Si ves que alguien maltrata a un niño, que no le respeta, que le grita, le pega o simplemente ves que ese niño está sufriendo te invito y te pido desde lo más profundo de mi corazón que no le dejes solo.
La soledad es la peor de las vivencias infantiles. Un testigo puede salvar un niño…
EXTRACTO DEL MÓDULO 7 de mi curso online Sanar la Herida Primaria (SHP). Si tu también necesitas trabajar tus heridas pasadas de infancia y necesitas que alguien te haga de testigo para mi será un placer poder acompañarte desde mi curso online.
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