Por medio de sus libros, artículos, folletos y entrevistas, Alice Miller, nos muestra que maltratar a los niños no sólo produce niños maltratados, desgraciados y perturbados, sino también una sociedad perturbada y perversa. Durante sus últimos años, Alice Miller desarrolló un concepto de terapia que propone a las personas que sufren, confrontarse con su pasado para encontrar la angustia del niño maltratado que fueron, sentirla, y así liberarse. Personalmente, pienso que para poder cambiar, transformar y finalmente sanarnos necesitamos saber qué nos pasó siendo niños y desde allí podremos comprender qué nos pasa hoy con nuestros hijos. En muchas ocasiones necesitaremos de un otro (terapeuta, libro, curso… ) que nos haga de testigo y nos dé voz. Mi trabajo, al igual que el de Alice Miller, es llevar al consultante (en mi caso a madres, padres, docentes, acompañantes…) a darse un paseo por su infancia, adolescencia y juventud para poder comprender quienes son en realidad y qué les imposibilita poder llegar a ser quienes ha venido a ser. A través de mi curso online de Sanar la Herida Primaria he podido crear una forma de terapia individual que está ayudando a muchos padres, madres y docentes a sanarse para poder sentir y comprender más y mejor a los niños de su vida. Es el miedo infantil hacia los padres todopoderosos el que empuja al adulto a maltratar a los niños o a aceptar vivir con graves enfermedades, minimizando totalmente la crueldad de sus propios padres. Son numerosas las proposiciones esotéricas y espirituales que prometen la curación pero en realidad, su único objetivo es el de camuflar los terrores vividos durante la infancia. Su percepción de la vivencia real del niño ya no está ligada con la del psicoanálisis. A su manera de ver, éste permanece de acuerdo con la vieja tradición que acusa a los niños y protege a los padres, tanto en la teoría como en la práctica. Por esta razón, entre otras, Miller dejó de ser miembro de la Asociación Internacional de Psicoanálisis. Aquí teneis una entrevista que se le realizó y que personalmente he seleccionado y sintetizado. En ella, se pone al descubierto la responsabilidad que tienen los padres y madres en el crecimiento y desarrollo del niño. Sin pelos en la lengua, nos habla desde su experiencia psicoterapéutica como profesional e investigadora de la infancia.
¿Por qué muchos expertos rechazan lo que usted escribe? Mis afirmaciones provocan miedo a algunas personas que las encuentran peligrosas. ¿Qué es lo que les da tanto miedo? Mis advertencias sobre el maltrato infantil y sus consecuencias. La rabia del niño y otros sentimientos intensos, que debemos temer, son reacciones al daño que nos causaron en la infancia. Hoy sabemos que estas reacciones se producen con mucha frecuencia. El niño se ve obligado a reprimir el recuerdo del daño sufrido, niega el dolor y los hechos para poder sobrevivir, para no tener que morir por ello.
¿Cómo se enfrenta usted al dolor en el proceso terapéutico?
El dolor encierra el camino a la verdad. Si rehusamos aceptar que no nos quisieron siendo niños, nos ahorramos mucho dolor, pero bloqueamos el camino que nos lleva a la verdad. Como adultos, podemos aprender en el marco de una terapia a querer a ese niño que un día fuimos. Si nos liberamos de los sentimientos de culpa. El sentimiento de culpa nos protege de la dolorosa verdad de que el destino nos dio una madre o un padre incapaz de amar. Esto es más doloroso que pensar, bueno, era una buena madre, el problema es que yo era malo. Es importante que el paciente pueda experimentar sus sentimientos y expresarlos verbalmente en el marco de la terapia. Si el paciente sufrió maltrato en la infancia y el terapeuta no rehúsa a creerlo, se abrirán muchas posibilidad para el paciente, siempre que el terapeuta no trate de convencerlo de que debe perdonar. Si lo hace, la terapia será contraproducente. El cliente reprimirá e intentará expulsar su rabia y más adelante la descargará contra sus propios hijos u otros cabezas de turco.
¿Cree usted que cuando nacemos somos como una hoja de papel donde no hay nada escrito?
No, no lo creo. El niño llega al mundo con la historia que ha vivido en el vientre de su madre. Sin embargo, cuando nace es inocente y está dispuesto a amar. La capacidad de amar del niño es mucho mayor que la de los adultos. Esta convicción mía provoca tanto rechazo porque hemos aprendido a proteger a nuestros padres y a culparnos a nosotros mismos de todo cuanto ellos han hecho.
¿De qué manera refleja su forma de escribir estos pensamientos?
Yo intento siempre llegar al niño que existe en el lector y posibilitarle el camino a sus sentimientos. Le proporciono la llave. Quien quiera puede cogerla y abrir una puerta en su interior. O puede decir, no quiero abrir esa puerta; le devuelvo la llave. Cuando tenemos esta llave resulta más sencillo llegar a ese niño que fuimos y aprender de él. Con este niño, la persona aprenderá mucho más que conmigo, porque realmente sólo podemos aprender de las propias experiencias.
¿La terapia puede producir cambios?
Sí, pero sólo cuando nos permite comprender y sentir el dolor que ha sido bloqueado por los sentimientos de culpa. La idea de que «soy culpable de lo que me sucedió» nos bloquea. Existen muchas técnicas irresponsables y perjudiciales que hacen aflorar los sentimientos pero impiden que nos enfrentemos de forma sistemática con el pasado. Algunas técnica dejan al paciente completamente sólo con ese sentimiento de dolor que no es capaz de resolver. Y así, estos pacientes que en la infancia fueron víctimas de abuso y maltrato en la infancia, siguen siéndolo en la terapia. Intentan «ayudarse» a sí mismos tomando drogas, acudiendo a sectas o a gurús o buscando otras formas de negar la realidad y erradicar el dolor. La militancia política puede ser una de estas formas, entre muchas otras.
¿Puede la sociedad aprender el lenguaje de los niños?
Espero que sí. El lenguaje de los niños es realmente muy claro, pero no lo escuchamos. En ocasiones, desde el primer minuto de vida sometemos a los niños a torturas terribles, y no sólo a causa de la tecnología presente en los hospitales. Este maltrato permanece almacenado en el cerebro y puede mantenerse activo durante el resto de la vida. Un niño maltratado por la técnica necesita muy pronto a una persona que lo tome de la mano, lo consuele y le muestre que ya no necesita tener miedo. Sino, podría darse el caso de que el adulto tema durante toda su vida que se reproduzca ese maltrato y experimente el pánico en diversas situaciones sin comprender bien por qué.
Esta persona ha apendido desde el principio que cuando estaba en una situación peligrosa, nadie se preocupó de su sufrimiento. Pero este destino trágico puede evitarse fácilmente si tratamos al recién nacido como un ser sensible que también es capaz de experimentar emociones. A menudo, el niño llega al mundo después de una larga lucha y no siempre nos damos cuenta de que lo que necesita con urgencia son los brazos reconfortantes de la madre. En lugar de ello, le damos medicamentos, inyecciones y cosas similares, y pensamos que será bueno para él. Sólo porque hace muchos años nosotros experimentamos lo mismo y consideramos que es lo «normal».
¿Qué opina de las formas de violencia más leves como los cachetes, los gritos o la humillación verbal?
La tragedia es que las personas que no fueron maltratadas brutalmente afirman una y otra vez que su educación «estricta» era necesaria. Reclaman el derecho a hacer lo mismo con sus hijos y son terminantemente contrarias a la prohibición de los azotes.
La ignorancia de nuestra sociedad es el resultado de la violencia. Nos pegaron para que fuésemos ciegos. Ahora tenemos que recuperar la capacidad de ver para darles a los niños la oportunidad de crecer con mayor responsabilidad y mayor conocimiento.
¿Cree usted que existe algo denominado «naturaleza humana»? Y si es así, ¿qué características tiene esta naturaleza en su opinión?
Como ya he dicho, considero que todo discurso que se refiera al deseo de muerte, a impulsos destructivos o a una maldad genéticamente programada, constituye sólo una huída de los hechos, con lo cual elegimos con absoluta libertad ser ignorantes. Las personas que prefieren delegar su responsabilidad en una autoridad superior evitan dar testimonios de estos hechos. Quieren que las dejen en paz. Atribuyen a Dios toda virtud; y el mal, al demonio o a la malicia innata de sus hijos.
Creen también que se puede cambiar gracias a la disciplina o a la violencia todo aquello que ellos consideran que ha sido predeterminado. ¿Cómo es posible? ¿Se ha visto alguna vez a alguien cuyo carácter destructivo, supuestamente innato, se haya convertido en un carácter bueno y positivo por medio de azotes u otras formas de maltrato?
A pesar de ello, los «científicos» se aferran todavía al mito del «mal innato» y millones de padres siguen pegando a sus hijos convencidos de que les inculcan la virtud a cada golpe. Y lo que están produciendo en su lugar es un niño servil, que quizás no muestre hoy su rabia, más que justificada, pero sin duda la descargará un día sin piedad en otros inocentes. Los únicos que no se verán forzados a transmitir a otros esta herencia de destructividad serán aquellos que ya en la infancia, o más adelante, conozcan a un «testigo con conocimiento» que les ayude sentir la crueldad a la que fueron sometidos, a reconocerla como la que fue y a juzgarla con determinación.
«Después de años de indagación en mi misma, de estudiar la obra completa de Alice Miller, John Bradshaw, Louise Hay… Estudié Psicoterapia Gestalt, Biografía Humana de la mano de Laura Gutman (también discípula de Miller) y algunas disciplinas más, he tenido la necesidad de poner al servicio de los demás (especialmente madres) mi propio proceso de superación personal al ver que SÍ es posible cambiar, transformar y sanar nuestras vivencias de soledad, desamparo, maltrato, abuso emocional, físico y sexual… sufridos en la infancia. Tener el privilegio de haber podido hacer de testigo de centenares de madres (padres, docentes, psicólogos, médicos…) me llena de una GRATITUD inmensa. Poder llegar a dar a mis 3 hijos, Ainara, Urtzi y Naikari lo que yo nunca tuve no solamente me sanó, sino que me ha dado la capacidad de poder sentir y comprender el ALMA infantil desde otro lugar. En ese momento prometí compartirlo. Mi libro DAR VOZ AL NIÑO es el vivo reflejo de esta realidad. Conectar con mi Yvonne «niña» me salvó y darle voz fue la llave mágica para permitir que dejará de dominar mi vida… Sanar la Herida Primaria (mi curso online) es el regalo que yo le hago a la humanidad en nombre de todo lo aprendido y sanado gracias en parte a Alice Miller. Si yo hubiese tenido a la madre y padre que necesitaba siendo niña, hoy no estaría aquí haciendo lo hago».
El niño llega al mundo repleto de necesidades. Que estas necesidades se vean satisfechas y que el niño pueda experimentar respeto, protección, cuidados, amor y honestidad depende absolutamente de los padres. Si estas necesidades no se satisfacen y por el contrario, el niño sufre abusos, maltrato o abandono, es comprensible que se convierta en una persona confusa, «mala» o enferma.
La educación religiosa nos enseña a perdonar a aquellos que nos ofenden. ¿Debemos perdonarlos realmente?, ¿Es eso posible?
Es comprensible que queramos perdonar y olvidar para no tener que sentir dolor, pero esta vía no funciona. Más pronto o más tarde nos damos cuenta de que nos hemos equivocado de camino y de que así no solucionaremos nada. Fíjese en la cantidad de sacerdotes pedófilos. Perdonaron a sus padres los abusos sexuales y otros abusos de su autoridad. Y ¿qué hacen ahora? Repiten los «pecados» de sus padres, precisamente porque se los han perdonado. Si hubiesen juzgado de forma consciente los hechos reales, no se habrían visto forzados a hacerles lo mismo a otros niños, abusando de ellos, confundiéndolos y condenándolos al silencio. Las religiones tienen mucha influencia sobre nuestra forma de pensar y pueden empujarnos al autoengaño de muchas y diferentes maneras. Pero no tienen ninguna influencia sobre nuestro cuerpo, que conoce con exactitud nuestras emociones más intensas e insiste en que sean respetadas.
«Pensar en positivo» es tan perjudicial como los preceptos religiosos que exigen de nosotros que perdonemos y queramos a aquellos que nos odian. ¿Qué opina de estos consejos de autoayuda?
Tiene toda la razón. «Pensar en positivo» no es en modo alguno un remedio, porque constituye una forma de autoengaño, una huida de la verdad. No nos puede ayudar, porque nuestro cuerpo conoce mejor la realidad.
Siempre que he querido hablar sobre aspectos espantosos de mi infancia, me he topado con el rechazo de personas que me advertían que todo tiene un lado bueno y un lado malo, que debería concentrarme en las cosas bonitas de la vida y adoptar una actitud positiva. Tal argumentación encuentra algo valioso incluso en el abuso.
¿Cómo reacciona usted cuando alguien relativiza el tema de tal forma?
La mayoría de las veces, esta forma de pensar se aprende en la infancia, cuando es necesaria porque forma parte de nuestra estrategia de supervivencia. Todos los niños quieren vivir, incluso un niño que crece junto a unos padres monstruosos, por eso tiene que creer a toda costa que aquello que ha padecido no constituye toda la verdad. Y naturalmente, hay momentos en los que su violento padre parece cambiar, lo lleva de pesca, por ejemplo, y por unos momentos el niño se siente querido.
Cuando después lo maltrate tendrá, al fin y al cabo, un buen recuerdo de cuando fueron a pescar. Logramos sobrevivir a nuestra infancia de esta forma y la mayoría de personas intentan vivir sólo con estos recuerdos «positivos», reprimiendo los negativos. Sin embargo, yo creo que, como adultos, disponemos de la capacidad de valorar los hechos con madurez y comprender que no nos enfrentamos ya a un peligro de muerte. Podemos permitirnos ser conscientes de que, por la razón que fuese, nuestros padres no podían querernos si nos convertían tan a menudo en víctimas, sin preocuparse de nuestros sentimientos, de nuestro dolor o de nuestro futuro.
¿Cómo definiría usted el abuso?
Para mí abuso significa que una persona utilice a otra para todo cuanto quiere de ella y de la manera que más le conviene. Le exige todo sin pedirle su consentimiento, sin respetar su voluntad, sus necesidad o sus intereses. Es muy fácil hacer esto con los niños, porque los niños quieren y necesitan a sus padres, confían en ellos y no pueden darse cuenta de que alguien está abusando de ellos y aprovechándose de su amor. Especialmente cuando se ven obligados desde el principio a ignorar sus sentimientos. Así, una niña seguirá a su vecino, que le ha prometido darle chocolate, al sótano, aunque quizás al hacerlo se sienta incómoda. Pero si desde el principio de su vida ha aprendido que sus sentimientos no son importantes y que tiene que obedecer a los adultos, aunque sienta algo de resistencia por su parte, seguirá al vecino. Y quizás sufrirá toda su vida en las relaciones con los hombres, porque no habrá llegado a ser consciente de esta experiencia de su infancia. Si lo hace, correrá menos riesgos de ser víctima de una violación o de otros abusos sexuales.
Generalmente las personas prefieren negar que han sufrido abusos. ¿Interpreta usted el asma, las tendencias suicidas, los trastornos alimentarios, el alcoholismo, la drogodependencia o el consumo exagerado de tabaco como pruebas indudables del abuso físico o emocional en la infancia?
Sí, son pruebas de que la persona está negando aquello que ha experimentado. Todas estas enfermedades o adicciones son gritos del cuerpo, que quiere ser escuchado, y que requiere que prestemos atención al padecimiento sufrido en los primeros años. En lugar de escuchar a su cuerpo e intentar comprender sus gritos de socorro, muchas personas huyen y se esconden, por ejemplo en la adicción.
¿Cómo podemos reconciliarnos con nuestro cuerpo, un cuerpo que guarda a veces verdades extremadamente terribles en su interior?
Para empezar debemos dejar de eludir la verdad. Tenemos que comprobar que ser conscientes de la verdad no nos va a matar, sino que es probable que nos proporcione un gran alivio. Si decide no tomar pastillas para el dolor de cabeza, y en lugar de eso, trata de averiguar cuándo tienen lugar estos dolores, qué ha sucedido justo antes, quizás tenga suerte y comprenda por qué el cuerpo utiliza el dolor de cabeza como su lenguaje silencioso. Si presta atención a estos sucesos, comprenderá por qué se siente usted tan miserablemente mal. Puede ser que haya aflorado una emoción dolorosa que desea que usted sea consciente de su existencia. Es probable que reconozca así una solución para su sufrimiento. Y de cualquier modo, comprobará a menudo que para su sorpresa, el dolor de cabeza desaparece sin pastillas. Una vez que haya experimentado un par de veces una similar desaparición espontánea de un síntoma, nadie podrá convencerle ya de que los dolores de cabeza deben combatirse a la fuerza con aspirina. La «droga» impide que usted pueda comprenderse a sí mismo. Sin embargo, comprender esta circunstancia puede tener una importancia fundamental para su salud.
Te invito a leer la obra completa de Alice Miller, tiene más de 10 libros. Si necesitas trabajarte más profundamente y necesitas que alguien te haga de testigo y valide a la niña que fuiste, estaré encantada de acompañarte a través de mi curso online de Sanar La Herida Primaria:
2 comentarios en “Maltratar a los niños produce una sociedad perversa: Entrevista a Alice Miller”
Que complicadas somos las personas…
Despues de leer a Alice Miller, me fascino leer la experiencia de su hijo.
Aqui solo un poquito…
http://www.contemporarypsychotherapy.org/volume-7-no-1-summer-2015/interview-martin-miller/
Hola «Gg»… He leído el libro de su hijo y también acabo de leer esta entrevista, no sabía de su existencia. Gracias por compartir… La verdad es que hay tantas «versiones» de todo esto. Personalmente, lo que me llega de su hijo es mucha envidia disfrazada de admiración y mucha venganza y odio. Lo que me llega de Alice es una madre arrepentida y desesperada que quiso ayudar para que NADIE cometiera los errores que ella cometió (aunque nunca lo dejo públicamente-creo que para que su obra llegará de verdad a quien tenía que llegar. Si hubiera contado la verdad, mucha gente la juzgaría y no la leerían…). Su hijo NUNCA pudo superarlo, ni comprenderla, ni ayudarla, ni mucho menos perdonar… Ufff, habría mucho que analizar… Un abrazo.