7 Reflexiones para dejar de limitar a nuestros hijos

¿Por qué creemos que hay que limitar a los niños? Muchos adultos seguimos creyendo que los niños necesitan límites, pensamos que si escuchamos, respetamos

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  1. ¿Por qué creemos que hay que limitar a los niños?

Muchos adultos seguimos creyendo que los niños necesitan límites, pensamos que si escuchamos, respetamos y sentimos emocionalmente a los niños ellos se malcrían. Los niños necesitan desesperadamente nuestra mirada, nuestro tiempo, nuestra presencia, conexión e intimidad emocional y mucho amor incondicional y menos prisas, castigos, críticas y juicios. Los niños necesitan ser informados respetuosamente sobre los límites, sin embargo solemos darles órdenes. Solemos ejercer el control sobre ellos y somos autoritarios en vez de intentar satisfacer sus necesidades y complacerles. Un niño escuchado escucha y un niño respetado respeta.

  1. Limitar apaga la motivación intrínseca, la creatividad y la pasión.

Cuando los niños empiezan a ser autónomos es cuando les empezamos a limitar y a decirles “no” muchas veces a lo largo del día. Cuando un niño pequeño escucha un “no” lo siente cómo una negación a su ser, a su pulsión innata y vital.

Los niños pequeños son motrices, curiosos, les gusta explorar y ver y tocar y sacar y meter… Y esa necesidad innata molesta a los adultos. Queremos que dejen de comportarse como niños. Sin embargo, esa motivación intrínseca que tienen, esa pasión por verlo y tocarlo todo a su alrededor, ese interés por lo nuevo es lo que queremos que tengan cuando sean adolescentes, ¿verdad? No obstante, cuando realmente muestran esa actitud por aprender de su entorno es cuando les empezamos a decir: “Esto no se toca, no lo abras, así no, ahora no, de este modo no, tú no sabes, aún no, por aquí no, para!, espera!, déjame!, cállate!…” Esta falta de confianza en los procesos naturales de los niños nos lleva a limitarles en exceso “por su propio bien”. Los niños necesitan saber y comprender el porqué de las cosas. Un “no” arbitrario provoca malestar y dicho malestar crea una resistencia precisamente a eso que queremos limitar. Lo que limitamos, invitamos.

  1. No somos conscientes que la falta de información es lo que hace que el entorno sea peligroso.

Algunos autores hablan sobre cuándo, cómo y dónde hay que poner los límites a los niños. Yo me pregunto: ¿Por qué tenemos que limitar a los niños pudiendo hablar, comunicarnos e informarles de los peligros o de nuestras necesidades? ¿Por qué la necesidad de utilizar el poder y seguir perpetuándolo? Solemos dar órdenes, imponer nuestro criterio y anteponer nuestras necesidades a las suyas. En mi opinión, es más importante tener paz que tener la razón. Cuando informamos a los niños del peligro de algo, de nuestra preocupación por algo, ellos pueden conectar más y mejor con nuestras necesidades ya que les estamos hablando desde “nuestro YO” y les pedimos cooperación. Informar es hacer algo a favor de la relación y del niño. Limitar arbitrariamente es ejercer el poder a favor nuestro. Esta actitud nos desconecta emocionalmente de nuestros hijos. La falta de mirada, presencia, conexión e intimidad y comunicación emocional, honestidad, sinceridad  y vulnerabilidad por nuestra parte hacia nuestros hijos es lo que nos hace necesitar poner límites para que acaben haciendo lo que nosotros queremos y necesitamos. Cuanto más conectamos y mejor nos comunicamos más cooperación recibiremos cómo efecto secundario.

  1. ¿Dónde quedó la complacencia y el amor incondicional?

Solemos rechazar comportamientos de nuestros hijos que hemos propiciado con nuestra actitud autoritaria y poco respetuosa. El amor no tiene por qué desaparecer por informar de un límite amorosa y respetuosamente. No se trata de no limitar a los niños sino de CÓMO se abordan dichos límites. Cuando ponemos un límite solemos estar pensando en nuestra necesidad y no en la del niño. Actuamos a nuestro favor y no en el suyo. Si tenemos en cuenta las necesidades de los niños a la hora de imponer un límite podremos conectar con su vivencia real interna y en vez de limitar arbitrariamente podremos explicar, informar, comentar, llegar a algún acuerdo… Si anteponemos la relación con nuestros hijos a todo lo demás veremos que muy pocas veces será necesario un NO rotundo. Solemos negar sus deseos y necesidades.

  1. ¿Por qué tienen tantas rabietas los niños?

Muchas de las rabietas que tienen los niños son por exceso de límites. Esto les provoca impotencia, frustración, angustia y mucho malestar. El niño recibe continuamente el mensaje de que está equivocado sintiendo, necesitando y deseando eso que su cuerpo manifiesta.

Ya desde bien pequeños los niños aprenden a reprimir sus más vitales pulsiones, emociones, pasiones, necesidades, intereses… La represión en infancia no se evapora como por arte de magia. Tarde o temprano sale y de forma descontrolada. Un niño sumiso y sometido tendrá que negar su impulso vital y toda su vitalidad.

  1. ¿Por qué nos cuesta tanto complacer, escuchar y dejar de limitar arbitrariamente a nuestros hijos?

Precisamente por qué nosotros de niños no tuvimos esa escucha, mirada y presencia e inconscientemente la proyectamos sobre nuestros hijos pidiéndoles obediencia y complacencia inmediata con amenazas, gritos, castigos y limitándoles. Cuando no somos capaces de controlar nuestras propias emociones querer controlar las suyas. Cuando no podemos gestionar lo que sienten queremos que dejen de sentirlo y cuando no nos gusta lo que hacen queremos que dejen de hacerlo sin preocuparnos de QUÉ es lo que emocionalmente les está pasando realmente. Un niño que se siente mal se comporta mal. Suelen sentirse mal cuando algunas de sus necesidades no está satisfecha. Cuando nos sentimos bien nos comportamos armoniosamente. Sería necesario ver  QUÉ es lo que están sintiendo y no tanto lo que están haciendo o diciendo. Su actitud es el efecto secundario de lo que sienten. Si hacemos algo para que se sientan mejor seguro su comportamiento cambia como efecto secundario.

  1. ¿Qué es lo que te pasa a ti cuando tú hijo siente o hace tal cosa…?

Eso que nos pasa a nosotros por dentro no tiene tanto que ver con el comportamiento del niño sino con nuestra capacidad de conectar con su vivencial real infantil. Solemos juzgar su comportamiento y todos esos pensamientos y juicios que tenemos en nuestra cabeza es lo que realmente nos enfada junto con la falta de comprensión. Solemos estar más pendientes de QUÉ es lo que sentimos y queremos NOSOTROS y eso nos aleja de ellos y sus vivencias y necesidades. Ver, sentir, comprender y amar a un niño incondicionalmente cuesta, emocionalmente hablando, cuando nosotros no fuimos vistos, sentidos ni amados como realmente necesitábamos… dar lo que no se tuvo duele. Llegar a ser la madre y el padre que nuestros hijos necesitan que seamos debería ser nuestro principal objetivo.

Ventajas de dejar de limitar arbitrariamente a nuestros hijos:

  • Mejoramos la relación entre padres e hijos. Creamos menos resistencias y más escucha mutua. Mejoramos la comunicación y conexión emocional con los demás.
  • Nuestros hijos no tendrán la necesidad de ejercer el poder sobre los demás ni de someterlos ya que ellos no fueron sometidos. Cortaremos la cadena.
  • Más criterio en la toma de decisiones importantes en la vida posterior ya que confían en lo que sienten y desean al no habérselo negado de niños.
  • Evitamos la rebeldía y violencia en la adolescencia por falta de comprensión, mirada y conexión emocional. Pensamos que la rebeldía es una etapa natural en la vida y no somos conscientes de que es el efecto secundario del mal estar y la desconexión vividos en la infancia.
  • Habrá más cooperación. Cuando uno se siente tenido en cuenta y respetado, respeta y tiene en cuenta a los demás. Serán más empáticos con las necesidades de las demás personas al haber tenido las suyas satisfechas. Fomentamos la seguridad por tanto fortalecemos su auto-estima.
  • Serán más autónomos. Confiaran en lo que sienten porque sus padres les sintieron y les escucharon. No dudaran continuamente ni necesitaran la aprobación de los demás. Serán niños y adolescentes más felices y estarán más conectados con su ser esencial.

La mejor forma para empezar a dejar de limitar es diciendo más SÍ y cambiando un NO por un SÍ siempre que sea posible. No es lo mismo decir: “Ahora NO puedo” que decir: “Cariño, en cuanto acabe vengo y te ayudo”.

Hagamos el cambio que ellos están necesitando y liberémonos de los viejos patrones y vayamos a por el cambio de paradigma…

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